miércoles, 22 de febrero de 2023

Philosophiae zoologica quantica

 
  
La vida tiene su origen en la reversibilidad de ciertas reacciones químicas sencillas que acabó dando lugar a un metabolismo reversible más complejo. La elasticidad, en este caso la reversibilidad, siempre construye generando una topografía de relaciones, pasados que construyen futuros y futuros que construyen pasados para tener así un instante presente inteligente. Toda nube de relaciones es susceptible de generar una bolsa de pasados y una bolsa de futuros que interactúan entre ellos en el momento que intentamos arrancar una historia de la misma. Es el concepto o principio de reciprocidad adaptativa en el que la causa y el efecto son intercambiables y con el que el escritor metido a científico Edgar Allan Poe finaliza de forma brillante su último libro de ciencia titulado Eureka.
Realmente y atendiendo a este modelo, los seres vivos se comportan como estructuras fundamentadas en el principio de la elasticidad y cualquier cambio en la distribución de las cargas desemboca en una reconfiguración interna que se traduce en una cascada de cambios, algunos de ellos de consecuencias impredecibles como si se desatara una auténtica tormenta. Las diferentes especies están tan conectadas o imbricadas estructuralmente con el medio ambiente que cualquier cambio en éste supone un cambio de cargas en el sistema elástico que las obliga de nuevo a reorganizarse internamente, según el principio lamarckista de causa y efecto. La jirafa no sólo estiró el cuello para alcanzar frutos elevados, sino que simultáneamente o paralelamente, como cualquier estructura, unas partes afectaron a las otras y desarrolló un complejo sistema circulatorio de válvulas para bombear sangre al cerebro. Todavía estoy buscando un paleoantropólogo que me explique la evolución humana con sus cambios en la estructura ósea según los parámetros ortodoxos del darwinismo y sus famosas mutaciones azarosas, a ver quién es el valiente que explica el proceso de la reabsorción ósea del rostro y de la cara en humanos a partir de un único individuo que sufrió una mutación al azar. Deberíamos dejar de hacer tanto seguidismo anglosajón.
El darwinismo es una teoría fake en parte y en esencia, una teoría de medias verdades o medias mentiras de tipo finalista. Darwin era hijo de un prestamista-financista que sólamente llegó a la conclusión de tipo finalista, verdadera pero fascista, de que los que "más tienen", "los más fuertes", "los más sanos" parten con ventaja, el capitalismo como organización económica basada en el ventajismo. El darwinismo es para la evolución un aditivo, un mejorante, que se sustenta desde un punto de vista estructural en el principio de que ante un riesgo serio de colapso las partes más resistentes de la estructura se ven favorecidas. Es en este sentido una ideología muy animal propia de quien percibe pero desconoce. El asunto de las mutaciones azarosas es una extrapolación errónea de la plasticidad caprichosa y fenotípica derivada de la domesticación, un evento, por otra parte, claramente lamarckista. A este respecto soy creacionista en la medida en que creo que la elasticidad siempre construye según el precepto de la llamada "voluntad divina" y creo en el "diseño inteligente" en la medida en que esa misma elasticidad que siempre construye genera una topografía de relaciones con su bolsa de pasados que construyen futuros y su bolsa de futuros que construyen pasados para arrancar así una historia evolutiva y vital a esa nube de relaciones. Pero también creo firmemente en la evolución de los sistemas elásticos en base al concepto de reciprocidad adaptativa en la que el pasado construye futuros pero los futuros tienen la capacidad a la vez de modificar el pasado, tal que Jano patrón de los arquitectos.
En relación con lo anterior podemos decir que el fenómeno evolutivo en seres pluricelulares, y teniendo en cuenta que todo ser pluricelular es un árbol, se basa, desde un punto de vista elástico, en mermar o exacerbar jerarquías-reiteraciones-fractalidades según las necesidades y según las nuevas necesidades que la propia evolución demanda al más puro estilo lamarckista. Las jerarquías-reiteraciones-fractalidades son adimensionales como sabe cualquier programador informático, son como las relaciones bioquímicas, caben en una molécula, y se estiran y se encogen como la tripa de San Jorge. La domesticación estriba precisamente en exacerbar jerarquías mermadas o agazapadas por la hostilidad de la vida salvaje. Reconocer aquellas especies que están más estresadas y que están agazapadas y tienen potencial es un arma poderosa para hacerlas evolucionar. Es el caso, por ejemplo, de la papa andina o el jitomate silvestre. La selección natural no es, pues, el motor de la evolución, la selección natural es circunstancial y darwiniana y unas veces se expresa y otras no y es contraria al hedonismo evolutivo basado en la exacerbación extrema y sin límites de un pavo real o de un lirio de mar como motor evolutivo.
La elasticidad siempre construye generando una topografía en la cual aparece el antes y el después, el pasado que construye futuros y esos futuros que tienen a su vez la capacidad de modificar el pasado. En este sentido los seres vivos constituyen una constante dialéctica entre el pasado y el futuro como el cerebro y, aparte de sus cerebros como principal instrumento adaptativo de tipo conductual, ellos mismos son un cerebro. De este modo cuando vemos un ratón lo que realmente estamos viendo es un instante de la historia de un ratón con sus pasados y sus futuros implícitos en la misma figura aparente del ratón. Es por este motivo que un ratón es una historia arrancada a una nube de elasticidad y es por este motivo que el genoma funcional de un ratón representa el 5% o el 10% de su ADN, el resto es el llamado ADN basura y es precisamente este decalaje o distancia existente entre la historia del ratón y la nube de elasticidad lo que nos permite hablar de futuros y pasados inherentes al propio ratón. Los presentes crean futuros y los futuros modifican esos presentes que pronto serán pasados al considerar otro instante como presente inteligente y esta dinámica hace que los sistemas elásticos avancen y evolucionen.
Los futuros están ahí, son inherentes a nosotros. A nivel microscópico los futuros los constituyen fundamentalmente las diferentes relaciones bioquímicas de células y bacterias pero a nivel macroscópico, en seres pluricelulares, los futuros los constituyen las fractalidades agazapadas (¿Quizás retrotransposones del ADN basura?), porque todo ser pluricelular es un árbol. Cuando observamos una bacteria o una célula estamos viendo una historia en un instante concreto, una historia arrancada a una nube de elasticidad o de relaciones en la que los pasados y los futuros son consustanciales. Hay multitud de relaciones bioquímicas transversales que no tienen una expresión fenotípica, genética o proteica o que simplemente no son funcionales pero que están ahí e influyen o tienen la capacidad de influir en la historia vital de un microorganismo y que, por tanto, constituyen futuros, porque de lo que se trata es de arrancar una historia dentro de una nube de elasticidad según los postulados de la mecánica cuántica.
 
 
  
 

 
La evolución a nivel macroscópico se basa primordialmente en mermar y en exacerbar jerarquías o fractalidades. Estamos construidos de jerarquías agazapadas que constituyen futuros esperando ansiosas en ser exacerbadas como un árbol espera ansioso por la llegada de la primavera. Las garras poderosas de los topos, la cornamenta de un ciervo o de un bóvido, el pico de un kiwi o las patas de una garza son fractalidades exacerbadas. Una membrana residual, el patrón de un pelaje o el color de unas patas, la forma misteriosa de un lóbulo, pueden esconder una relación latente o ser una fractalidad agazapada. Por un lado el principio de mínima energía y por otro lado la voluntad divina que siempre construye son los preceptos contrarios en los cuales bascula el frágil equilibrio evolutivo. Mermar, esto es retroceder, contra todo pronóstico, puede ser un potente mecanismo evolutivo pues te permite elegir otro camino evolutivo. La evolución de los pinnípedos a partir de mamíferos carnívoros terrestres se explica a partir de la merma y de la exacerbación de diferentes partes de su morfología, del mismo modo podemos explicar la evolución de los cetáceos a partir de ciertas especies de animales de la familia de los artiodáctilos, como los hipopótamos, sus parientes terrestres más cercanos.
Al respecto es muy interesante la evolución de los dedos de las patas de los artiodáctilos y de los perisodáctilos. Los artiodáctilos o ungulados de dedos pares son mamíferos cuyas extremidades terminan en un número par de dedos. Los dedos más desarrollados son el tercero y el cuarto, los otros tres dedos están presentes, están ausentes o son vestigiales o apuntan hacia atrás. En cambio, en los perisodáctilos o ungulados de dedos impares soportan el peso de su cuerpo sobre uno de los cinco dedos, en este caso el tercero, como en el caso del caballo, o en tres, como en el caso del rinoceronte. En el caso de los perisodáctilos, el dedo central (tercero) se hace más grande y los demás se reducen: "Hace miles de años los caballos eran herbívoros del tamaño de un perro grande y sus patas estaban terminadas en varios dedos. A medida que su tamaño fue incrementándose y con el objetivo de absorber mejor los esfuerzos generados durante la carrera estos dedos originales se fueron atrofiando paulatinamente hasta quedar reducidos en uno solo recubierto por una pezuña protectora de queratina". "Si el caballo actual (dice Danowitz) tiene un dedo por extremidad anterior, esperaríamos que cada uno de ellos tuviera un total de dos venas, dos arterias y dos haces de nervios. Sin embargo, nuestras disecciones encontraron entre cinco y siete haces neurovasculares por extremidad anterior, lo que sugiere que los dedos adicionales comienzan a desarrollarse pero no se diferencian por completo".
 
 

 

 
 © Marcos Castro Vilas, arquitecto
 
 
 
 

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