domingo, 8 de abril de 2018

El arte y la creación





El arte es elasticidad. Cuando afirmamos que una persona derrocha arte por los poros es porque es una persona muy elástica o muy habilidosa.
Somos adictos a la elasticidad, nos encanta el orden. El orden es divino y rechazamos el desorden y el caos, pero el desorden también es bello aunque nos produzca rechazo. Lo plástico es bello ¿Quién no se ha quedado maravillado con la belleza caótica de luces y carteles publicitarios en las calles de Nueva York, o en las fiestas locales o con los disfraces de Carnaval.
La evolución del arte en general, pero sobre todo de la pintura, es un camino ascendente hacia la perfección, hacia la elasticidad, cuanto más realista era un dibujo más elasticidad y más habilidades pictóricas demostraba el autor del mismo, y más se cotizaban sus cuadros. Partimos de la rigidez de las pinturas medievales para llegar a la perspectiva y al movimiento que caracterizan las composiciones del Barroco. Con la contemporaneidad se inicia un camino de descenso hacia la plasticidad, hacia el desorden y la descomposición como única salida rupturista con lo anterior. Se valora la plasticidad como valor artístico aunque la primera impresión sea de rechazo.

Cuando realizamos un dibujo y se lo mostramos a alguien, inmediatamente su elasticidad cerebral en la que fuimos creados se muestra implacable, y si el dibujo adolece de pocas habilidades, falta de soltura o rigidez, falta de fluidez, automáticamente nos provocará rechazo mental y nuestras críticas serán despiadadas. Diremos que el autor es un mal dibujante y que el dibujo es "feo" o "malo". Sin embargo, con el paso del tiempo, cuando ese rechazo inicial se diluye y se desprede de él, será un dibujo que tendrá un valor intrínseco desde un punto de vista plástico, aunque nulo valor artístico como habilidad pictórica desde un punto de vista elástico.

A Pablo Picasso le gustaba la descomposición, la deformidad, lo grotesco, lo plástico. Le encantaban los dibujos de los niños carentes todavía de las habilidades elásticas fruto de la práctica y de la experiencia vital. Le encantaban los dibujos de la gente que no sabe dibujar ¿Cuántas veces hemos oído ante un cuadro de Picasso el comentario "eso lo hago yo"?. Pero Picasso en sus inicios de aprendizaje como pintor era un gran dibujante clásico, un gran dibujante elástico, y sus dibujos eran admirados por sus habilidades innatas. Es por este motivo que en sus dibujos plásticos y aberrantes subyacen sus habilidades pictóricas y los impregnaba de su elasticidad innata  como buen artista, otorgándole fluidez, habilidad, riqueza y armonía al conjunto. Por eso cuando nos muestran un dibujo de Picasso percibimos elasticidad subyacente dentro de la plasticidad aberrante, y a nuestro cerebro no le produce rechazo. A nuestro cerebro le gusta y no decimos que es "feo" o "malo". Decimos que es una obra de arte de gran plasticidad.

Cuando lo plástico con el paso del tiempo se despoja de la estupidez que lo generó y que nos provoca rechazo inicial, pasa a ser algo plástico con un valor artístico intrínseco, y que ya no genera rechazo. Generalmente lo plástico es muy energético frente a lo elástico que es más moderado pues requiere moldeabilidad y perfeccionamiento. Conocer estos mecanismos mentales, estas trampas mentales, son fundamentales para transitar por el mundo de las modas, sobre todo, de la moda textil, donde lo viejo nos produce un profundo rechazo, para a continuación ponerse de moda y producirnos una gran admiración.

La moda fue un camino hacia la perfección, por lo que lo anterior, lo menos perfecto nos producía rechazo. Pero en el momento en que nos bajamos del caballo competitivo de la elasticidad, lo anterior tiene un valor plástico intrínseco, que ya no provoca rechazo y que nos parece de una belleza plástica admirable. Generalmente lo elástico, la perfección, es divina, pero puede caer en el pecado de la simplicidad excesiva en su camino agotador de pulir y pulir más y más, y caer en el aburrimiento o el minimalismo. Lo plástico puede ser tendente a lo contrario, a lo reiterado, a lo recargado y al disfraz fruto de conductas divertidas y erráticas. Asociamos lo plástico con el divertimento y con lo popular.

En el mundo de la danza se observa muy bien la confrontación entre el mundo elástico y el mundo plástico. La danza clásica es perfección, es elasticidad y adolece de una excesiva contención y rigidez. La danza contemporánea es aberración, es soltura, es descomposición y adolece de incomprensión mental.

En arquitectura, la chapuza es plasticidad, pues a veces la plasticidad da hostias como panes, pero el caos puede ser bello. Es nuestra elasticidad cerebral en la que fuimos creados la que rechaza la chapuza y la que la califica con adjetivos con connotaciones despectivas. Alabamos el orden, el diseño nos parece divino. Pero cuando la chapuza  se desprende de la estupidez que la generó y el efecto rechazo se diluye pasa a ser algo plástico, con valor plástico. Muchas veces se nos traslada que el barroco es un estilo arquitectónico o artístico que se caracteriza por una profusión excesiva de ornamentación, pero la enseñanza real consiste en traer el caos al orden, dominar la plasticidad desde la elasticidad, como el bastón de Thoth que domina a la serpiente.
La querencia por un orden excesivo nos puede convertir en excesivamente esclavos de la elasticidad y conducirnos a una rigidez que limita funcionalmente. En cambio desde la plasticidad podemos soltarnos más, liberarnos de las ataduras mentales y llegar a soluciones más óptimas funcionalmente.
Un arquitecto tiene que saber moverse con soltura entre el mundo plástico y el mundo elástico para saber generar cultura. Este saber es necesario para conocer, identificar y generar los procesos culturales. En este sentido podemos afirmar que la arquitectura es gestión, desde la plasticidad o desde la elasticidad, y por consiguiente o en consecuencia se debería englobar la arquitectura vernacular en la gestión y no englobar la gestión dentro de la arquitectura vernacular.




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