Cuando sepáis que la evolución consiste en mermar y exacerbar fractalidades, entonces entenderéis al hombre de Neandertal.
Quien no conoce las verdaderas reglas de la evolución no sabrá que, lo que nos parece muy moderno puede ser muy antiguo, y todo por culpa del hombre de Neandertal, y lo que nos parece antiguo es moderno también por culpa del hombre de Neandertal.
Con esto quiero decir que Homo antecessor nunca dejó de ser Homo sapiens, y lo antiguo se convierte en moderno, y el Homo neandertal, debido al aislamiento y a las condiciones climáticas extremas de Europa, exacerbó las características anatómicas más "brutas" y menos "gráciles" del Homo heidelbergensis, convirtiendo de esta manera lo más moderno, cronológicamente hablando, en antiguo. Todo es una cuestión de clima, geografía y evolución. El aislamiento geográfico de las poblaciones compuestas por pocos individuos también es un factor o agente evolutivo básico para exacerbar o mermar rasgos anatómicos en poblaciones aisladas, es el caso de Homo heidelbergensis y Homo rhodesiensis.
Homo antecessor puede poseer rasgos de Homo heidelbergensis suavizados por hibridación de individuos procedentes del norte de Europa o bien ser rasgos inherentes y comunes al proceso evolutivo. Lo que sí demostró la genética y la proteómica es que Homo neandertal se originó en Próximo Oriente o Anatolia a partir de poblaciones locales de Homo heidelbergensis, no siendo, por tanto, Homo antecessor de Atapuerca el antepasado genético e inmediato de estas poblaciones, aunque sí puede ser un antepasado cronológico en el discurso evolutivo de las diferentes ramas o familias humanas.
En conclusión, Homo antecessor nunca dejó de ser Homo sapiens, ergo Homo de neandertal, a pesar de su ruda apariencia externa, tampoco.
Aplicando
la regla de tres de que lo moderno puede ser antiguo y lo antiguo puede
ser moderno, quizás África sea el futuro (de la sostenibilidad) y ni
ellos ni nosotros, con nuestros racistas y tecnológicos aires de
superioridad, lo sepamos, porque el futuro es una playa y un mercado de frutas.
© Marcos Castro Vilas, arquitecto
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